Cuento: La ardilla y el dragón.

Hace mucho, mucho tiempo... en un lejano lugar, en las inmensidades de un bosque, vivía un dragoncito.




Este dragoncito era rojo, de un rojo intenso, como el rojo de la pasión, como el rojo de la sangre, como el rojo del amor, como el rojo del corazón...





Cada noche, el dragoncito, salía de las entrañas de su bosque verde, a un claro donde la luna se reflejaba en el río.



Y es que este dragón, estaba enamorado de la luna, bueno, en verdad no estaba muy seguro de que los dragones pudieran sentir tal sentimiento.


Él salía cada noche donde estaba la luna, y hacía un corazón de fuego alrededor de él, para que la luna lo viera... pero la luna, jamás se reflejaba en el fuego, sin embargo su resplandor, viajaba hasta una laguna cercana de allí donde los animalitos, cada noche, salían a mirar que era ese resplandor.



El dragón estaba tan centrado en hacer ver a la luna sus existencia, que jamás se fijaba en los animalitos que le miraban asombrados, pensando, como un dragón era capaz de amar de esa manera...

El dragón se dio cuenta con el paso del tiempo, de que la luna jamás bajaría a la tierra a repararse en él, la luna estaba enamorada del sol, el sol la atraía con su calor, con su belleza resplandeciente.



Pero el dragón no se daba por vencido.

Quería el amor de la luna, solo la luna, y sino era eso, prefería estar solo por el resto de sus días.

Pero en el bosque, una ardillita le observaba, enamorada del dragón desde el primer día



Amaba su color rojo, amaba su altura, y la manera que tenía de amar.

Cada noche, la ardillita, salía hasta el lago, temerosa de quemarse con las llamas del dragón, por eso, lo observaba del lejos, resplandeciente dentro de su corazón de fuego... un corazón dedicado a otra.

Una noche la luna, cansada de ver el amor de la ardillita y que el dragón se negara a verlo.

Habló con las nubes, y cayó tal tormenta, que las llamas del corazón del dragón se apagaron.




El dragón intentó volver a encenderlas, pero no podía... todo estaba mojado.


Los animales, al ver que ya no había resplandor y que se estaban mojando, salieron corriendo.

Todos, menos la ardillita que siguió allí contemplándole.

El dragón enfadado huyó al bosque y no volvió a salir más...

Sin embargo la ardillita, aún le espera... en aquella laguna, porque a ella no la importa que su amor sea para otra, si el dragón es feliz... solo desea verle de nuevo, aunque eso implique, que cada vez que el dragón encienda fuego en el corazón del claro del bosque, dedicándoselo a la luna... ella pierda un trocito del suyo

La leyenda dice... que si pasas por ese bosque, aun puedes ver a la ardilla, que siempre está cerca, esperando que su dragón vuelva, y por la noche, cuando la luna ve que el dragón sigue sin darse cuenta del amor que la ardilla le tiene, la luna se enfada, y sobre ese bosque cae una gran tormenta, que hace rugir al dragón en las profundidades del bosque.


La ardillita y el dragón del blog de Dany.

Comentarios

  1. Muy bonito Tamara, me encantan los dragones y me caen muy simpáticas las ardillas.

    Un abrazo.

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