Hace mucho, mucho tiempo... en un lejano lugar, en las inmensidades de un bosque, vivía un dragoncito. Este dragoncito era rojo, de un rojo intenso, como el rojo de la pasión, como el rojo de la sangre, como el rojo del amor, como el rojo del corazón... Cada noche, el dragoncito, salía de las entrañas de su bosque verde, a un claro donde la luna se reflejaba en el río. Y es que este dragón, estaba enamorado de la luna, bueno, en verdad no estaba muy seguro de que los dragones pudieran sentir tal sentimiento. Él salía cada noche donde estaba la luna, y hacía un corazón de fuego alrededor de él, para que la luna lo viera... pero la luna, jamás se reflejaba en el fuego, sin embargo su resplandor, viajaba hasta una laguna cercana de allí donde los animalitos, cada noche, salían a mirar que era ese resplandor. El dragón estaba tan centrado en hacer ver a la luna sus existencia, que jamás se fijaba en los animalitos que le miraban asombrados, pensando, como un dragó...