El angelito Pepito


Aquí os dejo otro cuento de Navidad, voy a trabajarlo mañana con Infantil, espero que os guste.
 
Hace mucho, mucho tiempo, en un portal de Belén nació un niño muy bonito, al que llamaron Jesús. Toda la gente de alrededor, fueron a visitarle, y le cantaban y le daban muchos regalos.

Cerca del portal, vivía un angelito que se llamaba Pepito, porque era rubio y muy pequeñito, al que le gustaba mucho volar, pero su mama le decía que no, porque los polvos mágicos se le iban a acabar. 

Todos los días para ir a ver al niño Jesús, salía de su casa muy temprano, y bajaba caminando toda la montaña, mientras que sus amigos, volaban por el cielo y llegaban siempre mucho más rápido que él.

-          - Somos los mejores, no sabes volar- le decían mientras se reían de él.
-        -   Los polvos mágicos se os van a acabar- les contestaba el angelito. 

Un día vino una tormenta de nieve, y todo se quedó de color blanco. Todos los angelitos, tuvieron que quedarse en la montaña, porque nadie se atrevía a salir, como ellos eran tan pequeñitos, la nieve podía taparlos.

Pero pasaban los días y la tormenta no paraba, así que los angelitos, decidieron utilizar su polvo mágico de hadas, para ir a ver al niño Jesús. El angelito Pepito, que era rubio y muy pequeñito, les dijo:
-         
           - Los polvos mágicos se os van a acabar, y ya no podréis volar.

Pero el resto de angelitos no le hicieron caso, mientras se reían de él, y le decían:

-         - Somos los mejores, no sabes volar.  

El angelito se quedó solo, y echaba mucho de menos a sus amigos y al niño Jesús. Cuando iba a verle, siempre movía sus alas que comenzaban a brillar por el polvo mágico de las hadas, y el niño Jesús comenzaba a reír, así que siempre se divertían mucho.

Una noche cuando los angelitos llegaron a casa, habían agotado todo su polvo mágico de las hadas, así que muy cansados se fueron a dormir, mientras el angelito Pepito, que era rubio y muy pequeñito, se seguía sintiendo muy triste por no haber ido a ver a Jesús.

Su mama se le acercó y le dijo:

- Pepito, no tienes que llorar, pues puede que tus polvos mágicos algún día necesites usar, tus amigos los han malgastado, y el río con el polvo mágico se ha enfadado.

El angelito Pepito se fue a dormir, pero aun así estaba muy triste, las mamas de sus demás amigos dejaban que usaran sus polvos mágicos, pero la suya no.

Esa noche, comenzó a nevar mucho más fuerte, y en el portal, se empezaron a oír gritos muy fuertes, todos los angelitos se despertaron e intentaron mover sus alas para ir a ayudar al niño Jesús, pero a penas conseguían volar un poco, porque se caían rápidamente al suelo, ninguno tenía polvos mágicos.

Pero el angelito Pepito, que era rubio y muy pequeñito, comenzó a mover sus alas con mucha fuerza, tanto las movía que comenzó a volar muy rápido, muy rápido, y llegó al portal del niño Jesús muy pronto.

Allí, uno de los pastorcitos se había puesto enfermo, y necesitaba que alguien fuera a buscar unas medicinas.

El angelito Pepito, que era rubio y muy pequeñito, comenzó de nuevo a mover las alas con mucha fuerza, y muy rápido, muy rápido, fue en busca de las medicinas.

El niño Jesús sonreía, María y José también, y el pastorcito, que estaba ya curado, le dió las gracias al angelito.

Todos estaban tan contentos porque el angelito Pepito hubiera ayudado, que para que solo gastara sus polvos mágicos cuando había una emergencia, le dejaron quedarse a dormir en el portal todas las noches.

El angelito vivió muy feliz, ya nadie se reía de él por no querer usar sus polvos mágicos y es que su mama, había tenido razón, si usaba los polvos mágicos sin necesitarlos, puede que cuando los gastara, ya no tuviera más.

Ahora el angelito cuida de todos los niños que hay en el mundo y hace siempre caso a lo que le dice su mama.

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