Cuento: El árbol de Navidad


Hace unos días, estando en clase, se me ocurrió la idea de la llegada del invierno, la navidad, los adornos, etc. Y como podría utilizar todo ello con los más pequeños, que sin darse cuenta de que estoy enseñándole algo, pudieran disfrutar de la clase de lectura, y como no, mientras tanto, abrir debates entre ellos, que para mí siempre son tan fundamentales. Así pues, buscando entre las distintas fichas, ví un árbol de Navidad. Y recordé un cuento, que había oído hace mucho.
Estuve buscándolo por todas partes, pero al no encontrarlo, decidí hacer una versión de lo que me acordaba, y las pocas pinceladas que pude encontrar por Internet.
Os lo dejó aquí, y espero que vosotros sepáis ver la importancia y el valor que tiene:

“Había una vez en el bosque un joven árbol, cuyo único deseo era crecer y hacerse grande como los demás árboles, e iba creciendo año tras año, pero como era muy impaciente nunca le parecía bastante.
De vez en cuando llegaban al bosque unos hombres con grandes hachas, que cortaban los árboles altos y bonitos, haciéndoles caer al suelo, con un gran ruido. Ya en el suelo, le cortaban las ramas, y lo montaban encima de un gran camión.
-         ¿A dónde los llevarán?- se preguntaba el joven arbolito- ¿Qué harán con ellos?
En el bosque, nadie sabía responderle, pero a veces, las golondrinas, grandes viajeras que van por todo el mundo, traían noticias de un árbol que había viajado a la ciudad, para convertirse en una farola.
-         Ojala yo tuviera esa suerte- pensaba el arbolito- así podría ver toda la ciudad y hablar con la gente.
Otros árboles eran arrancados enteros, con raíces y todo y cargados en los camiones con mucho cuidado, sin que se estropeara ni una sola rama, y los gorriones, decían que los volvían a plantar en bonitos salones iluminados y cubiertos de adornos, y que los niños, muy contentos, hacían una fiesta alrededor de él.
-         Ojala tuviera yo esa suerte- pensaba el arbolito.
Pero a nadie se le ocurría preguntar, que pasaba después con aquellos arbolitos.
Pasó otro año y el arbolito se hizo un poco más alto. Llegaron los leñadores a coger los árboles altos y bonitos, pero a él volvieron a dejarlo en el bosque.
Al año siguiente, llegaron otros leñadores y esta vez lo eligieron a él. El arbolito, casi salta de alegría cuando oyó al jefe de los hombres decir que el elegido era él.
Pero el arbolito no esperaba que le hicieran tanto daño cuando las hachas entraron en la tierra y le cortaron poquito a poco, separándose del suelo, lloró y lloró, hasta que al final se desmayó.
Volvió a despertarse, cuando sintió que lo tocaban y movían por todas partes. Abrió los ojos, y vió que estaba en una inmensa plaza, junto a otros muchos árboles apoyados contra una pared. Oyó a lo lejos una voz de mujer que decía.
-         Es muy bonito, me lo llevó.
Dos hombres, lo cogieron y lo llevaron a un magnífico salón, donde todo era hermoso y muy valioso. Le pusieron en un gran tiesto recubierto de tela blanca y lo adornaron con bolitas rojas, le regaron y cuidaron con mucho cariño y el joven arbolito decía todo el tiempo que había tenido mucha suerte y lo habían llevado a un lugar muy importante.
Una mañana, alrededor del arbolito empezó una gran fiesta. Habían venido los Reyes Magos y habían traído unas grandes cajas envueltas en papel de regalo, los niños y los papas de la casa corrían alrededor de él, abriendo todos los paquetes.
El joven arbolito pensó que jamás olvidaría ese día, aunque eso solo duro unos minutos, porque, en cuanto los niños abrieron los regalos, se fueron a jugar con ellos y el arbolito se quedó solo.
Se acordaron de él días después los jardineros, que fueron a buscarlo y lo llevaron fuera de la casa, donde lo plantaron junto a una cerca. Allí olvidado, vió a los demás árboles y deseo hacerse grande y bello.
Los pajaritos, al verle tan solo, iban a consolarlo y a hacerle compañía de vez en cuando. A todos les contaba la maravillosa historia de su vida, y lo feliz que había sido en la fiesta de navidad, pero los ratoncillos, los pájaros y los demás animales, no se quedaban con él mucho tiempo, por lo que volvía a sentirse solo.
El joven arbolito empezó a echar de menos su casa, el bosque, y pensó que podían haberlo dejado allí, donde se hubiera echo grande y fuerte y hubiera estado cerca de sus amigos.”

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